Cuando los físicos definen el trabajo
como la fuerza multiplicada por el desplazamiento, no sólo nos
proporcionan un procedimiento para medirlo, además, nos dicen que,
con independencia de la disciplina en que nos situemos, sin esfuerzo
nunca pasaremos de A a B. Dicho sea teniendo presente que el dinero
es trabajo, nuestro o de otros, pero trabajo.
Solemos hablar de trabajo remunerado y
no remunerado. Al primero se le vincula al contrato con
alguna entidad que convierta nuestro trabajo en dinero, al segundo
con nuestra vida privada, en la que
la totalidad de nuestro trabajo se convierte directamente en
bienestar.
Esas dos formas de trabajo sumen a las
personas en una dualidad ciertamente desequilibrante. Algo al estilo
de 'Dr.
Jekyll and Ms.
Hyde.'
Por poner un ejemplo, pensemos en el discreto y eficaz operario en el
taller o la oficina, transformándose, cuando llega la hora de
plegar, en un perspicaz activista social. Acaso, otras formas de
intercambiar nuestro trabajo, otras formas de mercado, permitirían
acabar con ese desequilibrio.
En
el aspecto personal, hay una importante diferencia. Mientras que el
trabajo remunerado es alienante, ya que nos limitamos a ejecutar
ordenes, en el no remunerado sabemos por que lo hacemos y para qué.
Así, al ejecutarlo, también nos realizamos, nos permite observar
nuestro trayecto, ver la hermosa pirueta entre A y B, ser algo más
que una interminable ristra de días en pasado, todos iguales,
haciendo lo mismo.
En
el trabajo no remunerado, la motivación no es ajena al propio
trabajo, lo hacemos por un beneficio directo, no por un miserable
'puñado de dolares'. Este detalle hace que esa forma de trabajo
tenga mucho más rendimiento pues podemos aplicar nuestra propia y
rica experiencia, no la obligada, escueta y controlable
normalización. Así mismo, al no estar sometido a las oscilaciones
de los intereses monetarios, su valor es fijo, no puede devaluarse.
Esa
es la forma de trabajo que todos pretendemos, el que aúna nuestras
aspiraciones con nuestros esfuerzos. Es una forma de trabajo que,
además de energía, exige reflexión. Ese es, precisamente, el tipo
de trabajo que están utilizando las nuevas formas de organización
política que surgen a partir del 15/5/2011.
Semejante
planteamiento anula el enlace jerarquizado entre unos y otros
trabajos individuales, pues lo que tengo que hacer depende de mi
propia reflexión y no de las tácticas y estrategias de algún
estamento jerárquicamente superior, ya sea electo o impuesto. Nos
fuerza a conectar nuestro trabajo tejiendo una red. El nexo con el
colectivo ya no se basa en que mi existencia depende de encontrar, en
dura competencia con mis compañeros, algo o alguien a quien
someterme, sino en encontrar la manera de sumar mis esfuerzos a los
del colectivo. Es decir, resulta imprescindible sustituir la sumisión
y la competencia por la solidaridad.
Pretender
que esa forma de trabajo en que la idea y el esfuerzo tienen el mismo
origen, resulte socialmente eficaz presupone, por parte de todos los
miembros de cualquier colectivo, un acceso completo a toda la
información, no sólo a aquella parte vinculada a nuestra función.
En una estructura en red no es posible aislar un nodo sin riego de
que toda la red se desmorone, ni el nodo sobrevivirá por si mismo.
Por otro lado, cualquier movimiento en uno de sus nodos, tal como
ocurre en los líquidos, provocará una onda que afectará al
conjunto de la red. Estas características implican que cualquier
decisión, cualquier acción colectivamente sostenible, debe tener
presente la totalidad de la información que genera el colectivo.
Considerando
la cultura como el registro de las soluciones dadas a nuestras
necesidades, una forma de trabajo como la descrita rompe el esquema
compartimentado y jerárquico de elaborar la cultura y, como
requisito, necesita una población dispuesta a no dejar nunca de
aprender. El propio sistema educativo tendría que centrarse en
desarrollar al máximo la natural disposición al aprendizaje que
todo ser humano posee. No, tal como actualmente ocurre en la
práctica, en ir filtrando esa naturaleza hasta conseguir expertos en
una pequeñísima fracción de la cultura y legos en todo lo demás.
Serán las circunstancias y necesidades de cada momento, las que
concretarán las técnicas a aprender y la especialidad que mejor se
ajuste a cada cual.
Lo
más interesante, dentro de un esquema de trabajo en el que idea y
acción avanzan al unisono, es que la realidad no se presenta como un
ideal, que alguien a dictado y al que debemos aproximarnos, sino que
se manifiesta como un puzzle de realidades donde hay que encajar. La
lógica de esa realidad no es un listado de silogismos hechos de
palabras. No se trata de premisas y conclusiones que orientan una
acción, son necesidades que llevan implícita la conclusión, se
trata de discutir el cómo, la acción viene cantada. Dicho de otra
manera, sobran retóricas, no es necesario convencer u obligar a
nadie de lo que tiene que hacer, en el sistema de trabajo no
remunerado todos somos responsables y debemos tener toda la
información, la realidad resultará evidente: Hay que encajar en el
puzzle, en la red.
...
La
utopía es la voz del oráculo, la que nos predice el futuro. Entre
lo utópico y lo viable sólo se interpone la técnica. La utopía es
un trastorno de la razón objetiva que nos fuerza a modificar la
realidad hasta hacerla viable según ese trastorno. La utopía
descrita en estas líneas, el trabajo como realización personal,
dispone de los medios técnicos necesarios para generalizarse, para
convertirse en la forma principal de trabajo, y, gracias al derecho
universal a la enseñanza, hace tiempo que la gente dispone de
conciencia individual suficiente para percibir su existencia como lo
que en realidad es, una sucesión de aprendizajes.
...
No
deja de ser una opinión, pero todo apunta a que ahí radica el éxito
que, las nuevas formas de organización de las clases populares,
tienen en la captación de ese trabajo que llamamos 'no remunerado'.
Aporte vital que las organizaciones tradicionales han ido perdiendo
hasta el extremo de depender, absolutamente, del trabajo en forma de
dinero que los bancos proporcionan. Es un éxito basado en la ruptura
del esquema jerárquico, ruptura que posibilita la percepción del
aprendizaje como experiencia vital.
Muy buenas refelexiones!!!
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