domingo, 26 de marzo de 2023

NO ES SOLO UN JUEGO

 

El juego suele definirse como un impulso natural y espontáneo del niño que alimenta el aprendizaje, siendo un instrumento esencial en el día a día de las criaturas para explorar, manipular y experimentar. La mayoría de las veces, se presenta como un factor auxiliar del 'aprendizaje', como si hubiera manera de 'aprender' que no sea a través de un juego.

Cuando una madre estimula el impulso del bebé para desplazarse como los adultos, invitándolo a venir con los brazos abiertos, no le está exigiendo que ande, simplemente es una simulación, un juego entre madre e hijo a través del que aprenderá a andar. A ese acto pedagógico básico, enseñar a andar, también podríamos denominarlo el 'juego de andar'. Igualmente un profesor que enseñara a sumar diciéndole a los párvulos que sí a dos manzanas le unimos dos más tendremos cuatro manzanas, de hecho, podríamos decir que está jugando con sus alumnos, en el papel de 'profe', al juego de las manzanas, pues éstas son totalmente imaginarias. De la misma manera si yo pretendo explicar que presión es igual a fuerza dividida por superficie, lo que pongo en la pizarra es una formula cuyos términos son sustitutos de los fenómenos reales en la imaginación del alumno, por el mismo proceso psicológico en que un un palo torcido sustituye a una pistola en la imaginación de la criatura. Proyectando el tema, es de todos sabido que cuanto más se practica una habilidad más hábiles nos hacemos, es decir, cada vez que aplicamos lo aprendido con un juego éste se reproduce y nos proporciona mayor conocimiento, mayor habilidad. Efectivamente, son dos caras de la misma moneda, no es posible aprender sin jugar y no es posible jugar sin aprender.

Como suele decirse “doctores tiene la iglesia” que analizan y organizan este fenómeno, no obstante, con las intuiciones expuestas es posible afirmar que, un juego nunca es sólo un juego.

La satisfacción de haber aprendido algo, de decir “esto no lo sabía y ahora si”, es muy similar a la de culminar con éxito, tras repetidos intentos, los retos planteados por un juego. Es más, cuando un aprendizaje no da esa satisfacción en paralelo con lo aprendido es que no está bien planteado, es decir, el método de aprendizaje, el juego de simular la realidad para aprenderla resulta farragoso y difícil de localizar en la realidad. Un chaval o adulto puede presentar resistencia para entender la trigonometría, salvo que pueda ver o disfrutar alguna de las ventajas que aporta su aplicación a la realidad.

A su vez, hay que señalar que el juego es una puerta abierta por donde entran los mandatos sociales, es decir, la ideología dominante. Si juegan, por ejemplo, a “patrullas” alguno jugará en el papel de jefe, reproduciendo las referencias que tiene de esas personas, mientras que el resto se limitará a hacer lo que el jefe les diga, aprendiendo a prescindir de su libertad o capacidad para decidir. Así empiezan a entender y admitir cuales son las características, hoy en día, de la mayoría de empresas humanas. En el sentido ideológico el ejemplo más recurrido es el de los roles de género, y la rigidez con que los chavales suelen aplicarlos a sus juegos.

Podemos concluir que cualquier juego tiene un componente lúdico y otro didáctico y, partiendo de ese convencimiento, preguntarnos en qué consiste la parte didáctica de los ”juegos de guerra”, machaconamente promocionados desde portales digitales, teóricamente dedicados al entretenimiento y muy frecuentados por jóvenes y adolescentes. Desde el punto de vista lúdico no pasan de ser una mezcla de “comecocos” con el “gato y el ratón”. Y es que una guerra es precisamente eso, contrincantes que se buscan para matarse.

Desde la perspectiva didáctica, el mismo hecho de plantear la guerra como motivo lúdico es propio de sociópatas, salvo que el componente didáctico consista en aprender a matar y morir, en cuyo caso, tratándose de productos comerciales destinados mayormente a la juventud, estaríamos hablando directamente de delitos. En cualquier caso, se trata de una exaltación de la violencia cuyas influencia o enseñanzas no son en absoluto recomendables ni personal ni socialmente.

Se trata de productos extraordinariamente bien acabados y precisos que, en el colmo de la falta de respeto, plantean los escenarios reales del dolor y el horror que padecieron miles de personas, como tablero de un juego “para divertirse”. Escenarios que, sin vergüenza ninguna, adornan con músicas estimulantes y con toda clase de detalles dudosamente humorísticos. Los vídeos promocionales y los “podcasts” especializados suelen estar presentados por graciosos, en la peor acepción de la palabra, que gesticulan como criaturas y hablan de terroríficas armas perfectamente simuladas, como si fueran juguetes dispuestos en la estantería para que el usuario escoja. Para que se sienta como si realmente las estuviera manejando, sin mencionar los tremendos esfuerzos que ese manejo supone.

¡Toma! ¡Lo he reventado!” –Exclama con alegría infantil el gracioso de turno cuando da en el blanco, sin la más mínima empatía por las vidas que ha destrozado. De igual manera, cuando es alcanzado exclama un despreocupado “¡Mierda!” y se busca otro tanque en esa estantería que tan espléndidamente ofrece el juego. Ignorando completamente lo terrible que puede ser morir en la ratonera de un carro de combate.

–“¡Que bestia! ¿Has visto como ha chafado el árbol?” –Comenta alegremente el pobre chalado que se gana la vida de forma tan penosa, por más dinero que gane.

Son productos muy sofisticados, cuyo desarrollo supone la intervención de un gran número de especialistas cualificados, así como medios técnicos carísimos y, en consecuencia, exigen patrocinadores que aporten los grandes recursos económicos necesarios. ¿Son conscientes estos inversores de lo qué es un juego? De la responsabilidad que asumen cuando presentan la guerra como un alegre e inofensivo juego de niños. ¿Hasta tal punto han abandonado sus responsabilidades sociales? Realmente es escalofriante darse cuenta hasta que límite están llevando aquello de “... yo he montado una empresa para ganar dinero, no para beneficiar a la sociedad.”